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Una historia de amor (novela por entregas)


Thetrooper

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Capítulo 10: Desde el Karussell con amor.

 

Tras la muerte de mí tío, me tomé más en serio que nunca el ir al Nordschleife. Era nuestro sueño. Ahora tenía unas ganas increíbles, mi amigo Iago también se moría de ganas de ir, me pasé días enteros buscando información en Internet para organizar el viaje. ya había probado el GT-R en una de mis carreteras favoritas, la de la antigua subida al Eume, en el parque natural de las "Fragas do Eume", una de las carreteras más tortuosas en la que tuve oportunidad de conducir. El GT-R, menuda maraavilla, cómo anda esa máquina, parece ir sobre raíles. Tenía algo que me desconcertaba, en el maletero, debajo del logo GT-R tenía una plaquita que ponía "Z-tune", me volví medio loco intentando buscar esa versión en Internet, oficialmente no existía. Esa plaquita, los canards, las llantas Nismo LM negras, unos asientos con los logos de Nismo bordados, no sé, era algo raro.

Un día Alba nos invitó a Rebeca y a mí a cenar en su casa, según ella nos lo debía. En esa cena "el asunto Nordschleife" fue cogiendo más consistencia. Surgió en una conversación sobre los destinos de nuestras vacaciones de Semana Santa ir allí. Le comenté a Alba mi deseo de ir y le propuse apuntarse, aceptó encantada ya que siempre quiso ir de tandas a un circuito, e ir a uno con el anillo norte es algo que, si te gustan los coches, debes hacer una vez en tu vida. Mi propuesta era ir durante las vacaciones de semana santa, salir jueves hacia allí, cruzando Francia y Luxemburgo para llegar a Nürburg, pasar allí el fin de semana de viernes a domingo, salir el lunes hacia Stuttgart, visitar el museo Porsche y el de Mercedes y volver a casa. Me comentaron bajar hasta Italia atravesando el Paso del Stelvio, ir hasta Módena y volver a España vía Mónaco, pero fue descartado, no teníamos tanto tiempo, aunque lo dejé anotado para un futuro.

Pedimos con antelación dos días libres en nuestros trabajos, así nuestras vacaciones de semana santa empezarían el miércoles a la tarde. Una vez nos lo permitieron a los tres, mandé un correo a la dirección japonesa que mi tío me indicara. A las pocas horas recibí la respuesta.

 

Estimado señor Díaz,

en primer lugar reciba mis condolencias por el fallecimiento de su tío, era un buen amigo mío.

Le confirmo que ya tengo sus pases para el circuito, para los tres asistentes, y los he inscrito en unas tandas cronometradas que se celebrarán el domingo usando el circuito en configuración de las 24 horas. El día que lleguen recójanlas en mi oficina, ya tienen dos habitaciones reservadas en el hotel Dorint, su estancia aquí será gratuita, un favor que le debo a su difunto tío.

Atentamente, Kazuma Ichiwara, Nismo Europe

 

Eso aún me desconcertó más, ¿qué relación tendría mi tío con aquel japonés? Una vez recibido el mail del japonés, empezamos a organizarnos. El tiempo fue pasando, y por fin llegó el día. Habíamos quedado a las siete de la mañana en una gasolinera cercana a la entrada de la autopista. Me levanté muy pronto aquella mañana, ya había dejado la maleta hecha la noche anterior, unas mudas, otro pantalón, tres camisetas, otras zapatillas, el mono ignífugo, los botines, los guantes y el casco. Me levanté y me duché lo más silenciosamente que pude para no despertar a mi chica, estaba preciosa durmiendo, aunque tuviese el pelo todo alborotado. Le dí un beso de despedida y pareció despertarse un poco.

- uhmm -dijo con voz dormida- ¿ya te vas?

- sí, ¿seguro que no quieres venir?

- Dar vueltas a un circuito hasta marearme, no gracias, no hagas el loco, por favor, que nos casamos en dos meses.

El problema era ese, para mi rodar en el Nordschleife era un sueño, para ella no era nada. Lo mismo que pensaba Rebeca, lo pensaban las parejas de mis amigos, así que iríamos solos.

Bajé al garaje, encendí el Gt-R y me dirigí a la gasolinera. Fui el primero en llegar, poco después llegó Iago en su Scirocco Tdi, y por último Alba y su 325. Todos teníamos cara de sueño, que Alba y yo intentábamos ocultar con nuestras gafas de sol de aviador. allí le hice entrega de un regalo para estrenarse en las tandas, un casco, ya que ella no tenía. Tras una breve conversación, nos pusimos en ruta. Cruzamos España, rumbo a Francia, donde hicimos noche. después cogimos rumbo a Luxemburgo, y por fin ví la frontera alemana, las autobahn, les dije por los walkies que nos dió Iago que iba darle un gustazo a mi pie derecho aprovechando un tramo sin límite de velocidad. Y por fin, allí estábamos, era mediodía, habíamos llegado a Nürburgring.

nordschleife.jpg

Nos dirigimos al Dorint, recogimos nuestras llaves y subimos a las habitaciones, eran contiguas, sólo que la de Alba disponía de cama de matrimonio, mientras que Iago y yo dormiríamos cada uno en una cama de 90 centímetros. Después, decidimos lavar nuestros coches en una gasolinera cercana. Después de comer y de una siesta, decidí ir a visitar al japonés para recoger los pases. Mis amigos decidieron acompañarme, iríamos todos en el GT-R. Por motivos de espacio, y como era la más menuda Alba viajó en el asiento de atrás, del que dijo ser un suplicio para un viaje largo, pero para uno corto bien valía. Era un mero armazón de fibra de carbono al aire cuya única concesión a la comodidad era una especie de cojines del mismo tono que los asientos delanteros. En cinco minutos nos pusimos en las instalaciones de Nismo en el Nordschleife. allí un señor japonés de unos cincuenta y tantos nos estaba esperando. Se presentó, era quién me contestó el mail. Nos hizo entrar en el coche dentro de aquella nave y nos quedamos asombrados con las máquinas que allí había, varios prototipos de Gt-R, con pinturas de camuflaje, un GT-R Gt3 de carreras, y al fondo de la nave, un R390 Gt1 de calle, azul, con matrícula japonesa. El japonés nos enseñó aquel taller que estaba muy limpio e iluminado, casi parecía un quirófano, nos subió a su oficina. Desde su iPad, buscó algo, lo encontró y me acercó la tableta, era una foto, en blanco y negro, salía mi tío, bastante joven, y el japonés dándose un apretón de manos. Estaban al lado de un 240Z, con matrícula suíza. Me contó que se conocieron en Suíza, donde el señor Ichiwara, trabajaba como director comercial de la por aquel entonces Datsun. Se hicieron grandes amigos y desde aquella mi tío siempre condujo un coupé de la marca japonesa. Nos dio los pases, eran de todo el fin de semana, le agradecí su comportamiento para con nosotros, y tras explicarnos como serían las tandas del domingo le pregunté por mi GT-R, su respuesta fue:

- Es una unidad única del GT-R, basado en el Black series, tiene frenos cerámicos, capó delantero, parachoques, aletas delanteras, spoiler, alerón, tapa de maletero y puertas en fibra de carbono, los asientos tienen armazón de fibra de carbono, y el trasero también. Las llantas son más ligeras que las de stock. su tío quería que su GT-R fuese algo más ligero, y yo lo hice. disfrute de su coche, no hay otro igual en Europa.

Esa noche me costé pronto, al día siguiente me esperaba cumplir un sueño. A la mañana siguiente desayunamos rápido, pusimos las pegatinas de los pases en el parabrisas y nos pusimos a rodar por el anillo norte, primero poco a poco, cogiendo cada vez más confianza con los coches y el trazado. Salía de último entre mis amigos, y me vengué de Alba, la adelanté en el salto que hay tras una recta, noté como el coche flotaba en el aire, aterricé con suavidad y a seguir, hasta que llegué a mi curva favorita, el "Karussell" la tracé con toda la finura que pude, ayudado por las bondades de Godzilla. Personalmente la parte del circuito que mas miedo me daba era "Adenauer Forst" una zona que había que trazar con tiralíneas.

Y estuvimos rodando hasta el mediodía. Paramos para comer, y los invité a comer en el asador "el chueco". allí me reencontré con una vieja conocida, Daniela, la chica de la concentración de coches americanos, que esta vez no llevaba su Shelby GT500 de 2010, sino una Kawaski Ninja. A su lado había una chica que se bajó de un Civic Type R amarillo. Ambas respondían al prototipo que tenemos en España de mujer alemana, la "rubia aria". sobre todo la chica del Civic, Rubia, de clarísimos ojos azules. Llevaba una sudadera de una famosa marca de refrescos energéticos y su largo pelo rubio recogido en dos trenzas. Después volvimos a rodar hasta que el circuito cerró. cada vez me sentía mejor conmigo mismo, estaba en el paraíso, coches de todos los países, una leyenda de más de veinte kilómetros donde nos juntábamos una pandilla de locos, me había olvidado del tormento de las amenazas, pero algo me faltaba, era ella. La necesitaba, necesitaba uno de sus besos. Después de cenar subí a mi habitación, Iago se había ido de fiesta con las dos alemanas, que al día siguiente no participarían en la tandas cronometradas. Puse la televisión para evadirme un poco y dejar de echarla tanto de menos. Pero la televisón se puso también en mi contra, el canal era la MTV, sonaba This I Love the Guns 'N' Roses, y empecé a notar una sensación de asfixia.

Apagué el televisor para evitar oír esa triste melodía que me estaba matando y salí al balcón, contemplé el circuito vacío de Gran Premio, el "GP Strecke" apoyado en la barandilla. Vi que Alba también estaba en el balcón, estaba hablando por el móvil, se despidió cariñosamente del otro interlocutor, supongo que sería su novio, y se acercó al tabique diagonal que separaba un balcón de otro.

- La echas de menos ¿verdad?

- Sí, un poco. Al decir eso no pude evitar sonreir.

- ¡Milagro! has sonreído, jaja.

- Sí, he cumplido mi sueño, siempre quise venir aquí.

- Quiero hablar contigo...

- Vale, ¿de que quieres hablar? Deportes, música...

- De tí -me interrumpió-.

- No te van los deportes ni la música eh... anda entra, que te vas a dejar ahí el cuello.

Entró en mi habitación y tras refregarme que su cama era más grande que la mía, volvimos al balcón, estábamos en abril, y no hacía demasiado frío como para estar en el balcón.

- ¿Dónde va Iago?

- De fiesta con las alemanas, lo invitaron a su habitación, hoy triunfa....

- No vine a hablar de Iago, si no de ti ¿por qué no me contaste que te estaban amenazando?

- No quiero molestar a nadie con mis problemas, y esto a lo mejor acaba salpicando a terceros, y eso sí que no.

- Pues cuando uno tiene un problema debe hablarlo con sus amigos, ¿es que no soy tu amiga? ¿no confías en mi? sabes, me tienes preocupada.

- No eres una amiga para mí, eres la hermana que nunca tuve, confío en muy poca gente, y tu eres para mí de total y absoluta confianza. Soy así, porque me han hecho mucho daño, la gente me trató siempre como una mierda, nunca confíe en nadie. Y las chicas, buff, sólo me hablaban para pedir apuntes o para reírse de mi, y en esto llegó Rebeca, ví que era sincera y aquí estamos, a punto de casarnos. Te digo una cosa, tengo mu pocos amigos, pero me dejo la piel por ellos.

- Lo mismo digo, si necesitas algo... Tras decir eso se acercó y me dió un abrazo.

- Espera, tengo una idea, sígueme que vamos a hacer una locura.

- ¡¿Qué?!

- Si no quieres venir, voy sólo.

- No, espera.

Bajamos a por mi coche, me dirijí a la verja de acceso de la pista de Gran Premio, la abrí mientras ella no dejaba de gritar, que aquello era una locura. Empezamos a rodar, cada vez más rápido, ella para picarme me decía "si pretendes impresionarme, misión fallida", después le dejé a ella llevarlo, le llamó la atención lo que se agarraba y a mi la delicadeza con la que trataba al volante, conducía rápido pero no daba sensación de velocidad.

Después de cinco o seis vueltas volvimos a nuestras habitaciones, había que descansar para las tandas cronometradas. Sería la una de la madrugada, Iago había vuelto, más bien lo habían traído, llevaba una buena borrachera, las tandas las haría con una buena resaca...

Y llegó la mañana, las tandas empezaban a las 11, pero a las 10 había que ir a un briefing. Fuimos a desayunar Alba y yo, mientras Iago dormía porque pasaba de ir al Briefing. Tras desayunar, subí a ponerme el mono y el resto de la indumentaria racing. Mis amigos de tandas decían que mutaba con el mono puesto, que me volvía más callado y tenía una mirada diferente. Alba flipó al verme bajar del coche al llegar a aquella charla, me preguntó por qué llevaba el mono puesto, le dije la verdad: siempre quise ser piloto de carreras, y así mataba el gusanillo. Nos explicaron que saldríamos a las tandas en intervalos de dos minutos, se nos clasificaría en dos categorías, gasolina y diesel, y dentro de cada de esos grupos había varias clases, yo corría en la más alta entre os gasolina. lo mas llamativo era que esas tandas estaban limitadas a coches de serie. Mientras esperábamos, un tío nos dió un empujón a Alba y a mí.

- Get out of my way, idiots!

- Hey! be careful! le gritó Alba, mientras yo me remangaba el mono para partirle la cara a aquel niñato maleducado. era normal recibir un empujón, había bastante gente agolpada, pero se disculpaban. Ella me agarró un brazo para impedirlo. Un chico nos dijo que ese tío era un gran empresario farmacéutico suizo, que fue el más rápido de esas tandas durante dos años consecutivos. Llevaba un Porsche 911 GT3RS 4.0, una máquina que lucía en la ventanilla trasera la pegatina conmemorativa de "King of the Ring 2011 y 2012" que te dan al ser el más rápido de las tandas. Pues ya podía irse olvidando de su tercera corona, se la iba a sacar. le dije que iba a batirlo, se echó a reir, pero me dio igual.

entonces empezamos a rodar, primero salieron los diesel, Iago, aún con resaca, quedó de quinto. la sorpresa la dio Alba, con su estilo fino de conducción, logró el segundo puesto de su categoría, y fue el primer BMW no M, mejor clasificado de toda la jornada. Y después venían los Gt´s. ahí estaba yo. El suizo idiota salió justo antes que yo. las normas eran dar dos vueltas, la primera de reconocimiento y la segunda un "Time attack". Cuando alba llegó, me acerqué a felicitarla por su segundo puesto. Tras eso un comisario me avisó de que yo saldría a pista en tres minutos, me acerqué a mi coche, me puse el casco, me senté y me puse los guantes. Estaba concentrándome, unos golpecitos en el cristal me sacaron por un instante de mi mundo interior, era Alba, aún con el casco puesto, que me deseaba suerte con el pulgar levantado, Iago a su lado asentía. Salí a pista, di la vuelta de reconocimiento con cautela, la pista GP no me daba miedo, el anillo norte sí, era imposible memorizar referencias para más de veinte kilómetros de trazado. Y entonces tras un buen rato, encaré la recta de meta del circuito de GP, aceleré todo lo que pude, empezaba mi tanda, el sonido del motor a altas revoluciones era maravilloso, los neumáticos expresaban su dolor en forma de chirridos y las válvulas de descarga del turbo lanzaban unos soplidos espectaculares con cada cambio de marchas, así, curva tras curva, dejé el circuito de GP para entrar en la zona norte, empezaba un baile, las leyes de la física y yo parecíamos bailar un vals sobre el filo de una navaja, que era el circuito, un circuito con leyenda negra, si fallas, no hay salida, la muerte te acecha en cada curva, doce personas fallecen de media al año en el "anillo de los nibelungos". Iba a tope, llevaba puesto el modo R, quería correr todo lo posible minimizando riesgos, no soy Schumacher. Llegué al "Karussell" lo tracé con finura, las fuerzas G parecían querer darme una bofetada. Aceleré y salí de la curva. Seguí yendo y lse acabó mi tanda. Al bajar del coche, mis dos amigos se acercaron corriendo a mí, me dijeron "ibas a toda ostia, era impresionante verte trazar la primera curva". Salieron los tiempos, ¡Sí! era el ganador, no sólo eso, fui el tiempo más rápido jamás hecho por un piloto no profesional. El suízo se puso rojo y empezó a gritar que quería dar otra vuelta. Menuda rabieta de niño... Llegó la pequeña ceremonia de entrega de trofeos. Alba sonreía desde el podio alzando su plaquita conmemorativa. Yo recogí un gran trofeo, sonreía, y por un momento me pareció ver a mi tío entre la gente sonriendome, entonces unas lágrimas de emoción empezaron a brotar de mis ojos. Me dieron la pegatina de "King of the Ring 2013" que pegué en la ventanilla trasera de mi Gt-R. Ya por último pedí permiso para que mis amigos y yo aparcásemos nuestros coches en la recta de meta para sacarnos una foto con ellos. La hicimos y nos fuimos al hotel. Al día siguiente, carretera hacia Stuttgart, visitamos el Museo Porsche, donde babee de lo lindo viendo al natural el 917 que salía en la película "Le Mans", conducido por Steve McQueen. El de Mercedes, no pudimos verlo por estar cerrado.

Volvimos a casa, nuestras parejas estaban deseando vernos. Nosotros paramos en la misma gasolinera que fue el inicio del viaje. allí nos despedimos y volvimos a nuestras casas. Una experiencia inolvidable, un sueño hecho realidad y un gran viaje con mis mejores amigos, ¿puede haber algo mejor?

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Capítulo 11: Por siempre jamás

 

Tras mi vuelta de Alemania, lo único interesante que pasó en mi vida, fue el hecho de que Carmen -por fin- mandó a su novio, Javi, a tomar viento. Sin embargo, tras un conato de depresión, encontró el amor en brazos de mi compañero de trabajo Ricardo, al que ella definió como un hombre de verdad. Sólo deseaba que fuesen felices. Sobra decir que yo se lo presenté a ella.

El resto de mi vida, soportando las neurosis de Rebeca organizando la boda, es cierto que para una chica el día de su boda es de los más importantes de su vida, también para hombre, pero ella desarrolló una obsesión acerca de que todo tenía que salir perfecto. Que si las flores, que si el coche en que iba a llegar a la iglesia -algo que organicé yo- que si el vestido, que guardó con siete cerrojos y fue más secreto que la ubicación del Área 51. Lo único que me habían dicho al respecto es que iría preciosa, palabras textuales de Alba, que de pasó aprovechó para sacarse una foto con el anillo de compromiso de Rebeca.

Ella estaba ilusionada, mucho, y yo muy nervioso, sobre todo viendo como ella se volvía loca con detalles como la tarta y cosas así. Organizó una cena de "petición de mano". Ahí pasé miedo de verdad, su padre, general de la Armada, me odiaba. Durante mucho tiempo, sobre los primeros cuatro años de relación me miraba con una cara estilo "tú eres el desgraciado que se acuesta con mi niña", después, como la canción, no decía nada pero me miraba mal. Ahora me hablaba con normalidad. Su madre, siempre me trató muy bien. Mis padres siempre adoraron a Rebeca, aunque siempre le decían "menudo pieza te llevas...". Durante la cena, su padre me entregó, aparte de la mano de su hija, una pequeña caja. Contenía unos gemelos que habían pertenecido a su abuelo, de ahí pasaron a su padre, luego a mi futuro suegro, y cómo su primogénito fue una chica, yo ahora continuaría la tradición. Recogí el presente con gran honor. De pronto su padre empezó a dedicarme unas palabras.

- Hijo, al principio dudé de tí. Pero comprendí que estaba equivocado, veo claramente que amas a mi hija con toda tu alma, y que ella te ama a tí, sólo puedo pedir que seáis muy felices.

Poco después mis amigos celebraron una despedida de soltero un viernes, una cena. Después de los postres, entró una exhuberante agente de policía, preguntando algo que no alcancé a escuchar. Mi amigo Iago le dijo a gritos "es él agente, deténgalo, está loco, va a casarse". Empezó a sonar "Pour some sugar on me" de Def Leppard. La "agente" hizo un espectáculo que finalizó con la joven agente enseñándonos todos los encantos que la feminidad le había regalado. Lo más divertido fue, que ella, desnuda, sentada en mi regazo me preguntó cuando me casaba, al decirle que el domingo, me dio un beso en la mejilla y me deseó un: "que seáis muy felices". Hay que decir que mis amigos se comportaron muy bien, no hubo que atarlos en corto ni ponerles bozal. Supongo que las chicas también organizarían para Rebeca una fiesta similar.

Y así llegó el domingo. Dormí sólo en casa, ella quiso pasar la noche en casa de sus padres, allí irían a recogerla. Yo me levanté temprano, me pegué una larga ducha y desayuné, tenía que estar en la iglesia a las 12, serían las once, y para vestirme puse la radio, empezó a sonar "white wedding" de Billy Idol, no había una canción más propicia para ese día. Era un domingo muy soleado, de principios de verano. Acabé de vestirme, me puse los gemelos que me entregó mi suegro. Llegaron varias visitas rápidas para ver como me iba. Pronto llegaron mis padres a bordo del Lincoln Continental de 1979 de un amigo del Club de Coches americanos, era el regalo de bodas de los miembros del club.

Llegamos puntuales a la iglesia, a su puerta pude distinguir a mis amigos, Carmen y Ricardo, Alba y Andrés, Iago y Thais, se acercaron a mí, y tras piropear lo elegantemente que iba vestido, estuvimos un rato hablando, Carmen y Alba me aseguraron que Rebeca "va a estar preciosa, ya verás". Tuve que esperar unos quince minutos, cuando de entre los coches aparcados, vi llegar el impresionante Rolls-Royce Silver Cloud blanco que había contratado para que mi chica llegase a la iglesia.

rolls-royce-silver-cloud-1.jpg

Me acerqué a aquel coloso británco y le abrí la puerta. Cogí su mano y la ayudé a bajar, enseguida, Carmen y Alba se acercaron para ayudarla con la cola del vestido. Le dí el que sería su ramo, un sencillo, pero bonito ramo de rosas blancas. Iba realmente preciosa, tenía una sonrisa especial, dicen que una mujer vestida de novia es cuando más hermosa está, en aquel momento lo estaba. Aquel vestido blanco era de diseño sencillo y muy elegante, la hacía aún más radiante, el velo dejaba entrever su cara, e iba sujetado con una tiara plateada, regalo de mis padres. Llevaba el pelo recogido de una manera muy favorecedora. Realmente era la novia más espectacular que había visto.

- Hola, ¡me encanta el coche! mi sueño era llegar a mi boda en un Rolls. Estás muy guapo...

- Nunca te he visto más guapa que hoy, pareces una princesa, y una princesa tan bella necesita un coche digno de su altura. Hoy tu eres la protagonista, hoy es tu día.

Y entramos a la iglesia, la ceremonia empezó, y el cura empezó a hablar, era el viejo párroco de mi parroquia, me conoce desde niño y era gran amigo de mi familia, aunque se pasó con un sermón de más de treinta minutos. Y llegó el momento de los votos, pocas veces me ha temblado la voz y lo hizo a la hora de pronunciar los míos, tomé aire, la miré a los ojos y pronuncié mientras deslizaba la alianza por su anular:

- Yo Juan, te tomo a tí, Rebeca, como mi legítima esposa y prometo serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte durante todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe.

- Yo Rebeca, te tomo a tí, Juan, como mi legitimo esposo y prometo serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte durante todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe.

Después vino el "sí quiero" y el beso, fue sin duda alguna el beso mas bonito que jamás me habían dado, apenas estuvieron nuestros labios fundidos durante unos segundos, pero para mí, durante esos instantes, el tiempo se detuvo. La miré a los ojos, jamás su mirada fue tan expresiva. Nueve años después, ya no era mi novia, era mi esposa. Salimos de la iglesia bajo una impresionante lluvia de arroz, de allí hacia un viejo caserón del XVIII para hacer las fotos a bordo del Rolls y de allí al restaurante. Aquel coche era impresionante, un yate de superlujo sobre ruedas. Lo peor para mí fue la sesión de fotos, una tortura, agudizada por la incomodidad de aquellos zapatos, si mis pies estaban mal, no quiero imaginarme los de ella, con aquellos enormes tacones. En el restaurante fuimos recibidos entre aplausos, llegó el postre y nos tocó cortar la tarta, me extendieron una espada para hacerlo, un regalo de Ricardo, Rebeca y yo empuñamos aquel arma y le dimos el primer corte a aquella tarta de cuatro pisos que ella eligió. Tras los brindis, especialmente cachondo el de Iago, empezó el baile, inaugurado por nosotros, siendo la canción de nuestro primer baile como matrimonio el vals de la banda sonora de la película "Doctor Zhivago", el "tema de Lara", una de sus composiciones favoritas, bailábamos los do mirándonos a los ojos. Si la primera fue ese elegante vals, la última canción que sonó fue "te casaste, la cagaste" cantado por las voces etílicas de nuestros amigos. Después instaron a Rebeca a que lanzase su ramo, ella se giró y lanzó aquel manojo de rosas hacia atrás, y quien lo recogió fue Alba. Después intentaron cortarme la corbata, me resistí pero fue inútil, me cortaron la corbata, la trocearon y repartieron los trozos entre los asistentes.

De allí tras sacarnos varias fotos con nuestros amigos, volvimos a subir en el impresionante coche inglés hasta nuestra casa, la cogí en brazos, cruzamos así el umbral de la puerta y subimos hasta el dormitorio, al llegar ella se descalzó, aún en mis brazos. La tumbé en la cama y me senté a su lado.

- Hoy ha sido el día más feliz de mi vida, todo ha sido perfecto.

- Es cierto, este día no lo podremos olvidar fácilmente.

- Es nuestra noche de bodas, sabes -dijo sugerentemente- estoy deseando quitarme el vestido... Tras decir eso se metió en el cuarto de baño y salió de allí con el conjunto de ropa interior más sugerente que jamás le había visto.

Tras una de las veladas más especiales de mi vida, empezamos a hacer las maletas para nuestra luna de miel, el destino, diez días en Los Ángeles. Al aterrizar allí, en el aeropuerto LAX, nos dirigimos a una agencia de alquiler de coches, el elegido fue un hermoso Mustang V8 descapotable, ideal para disfrutar de la anchísima autopista que nos llevaría al "downtown" de Los Ángeles y de una soleada tarde. Tras varios días haciendo turismo visitando los diversos estudios de cine de Hollywood, diversas tiendas del centro, ir a la playa a Santa Mónica, pasear por Rodeo Drive... tuvimos que despedirnos de aquella hermosa ciudad rumbo a casa. Tras entregar el montón de regalos que habíamos traído a nuestro amigos, y tras ir a comer con varios familiares, tocó volver a la normalidad, aunque había algo diferente, aún no me creía que la alianza estuviese en mi mano, me parecía todo tan bonito...

Los días fueron pasando, se convirtieron en semanas, y así ya casi llevábamos dos meses casados. Una tarde, de viernes, yo estaba en el garaje, ella se acercó a mí, me dio un toque en el hombro y empezó a hablar con una voz muy suave y dulce.

- Hola amor, ¿cómo estás?

- Bien, ¿y tú?

- Vengo del médico, no quise decirte nada, pero estos días, me he mareado varias veces, tuve náuseas -empezó a acariciarse el vientre con suavidad- y, bueno... estoy embarazada...

No pude evitarlo, dejé lo que estaba haciendo y corrí para besarla y abrazarla.

- ¿¡Sí!? oh dios mío, y ¿está bien?... dios, tenemos que empezar a arreglar una de las habitaciones de arriba...

- Tranquilo, vamos a tomarlo con calma, llevo poquitas semanas aún, así que tenemos mucho tiempo por delante. El lunes tengo cita con el ginecólogo. Me gustaría que me acompañases.

Ese mismo fin de semana fuimos a comer con mis abuelos, tan pronto como Rebeca cruzó la puerta, mi abuela la miró y le dijo un "niña, ¡tu estás embarazada!". Ella se echó a reír y confirmó la noticia a mi abuela, que no suponía, afirmaba, porque "tienes la cara descajada, y yo ya soy muy mayor y entiendo de esas cosas...". Después dimos la noticia a nuestros padres, encantados de ser abuelos en un futuro próximo. Todo parecía ir cada vez mejor.

Un día, al volver de trabajar, me puse a leer el correo, no me fijé en un sobre, al abrirlo me encontré una ecografía, y una foto de Rebeca saliendo de una de las consultas del ginecólogo. Empecé a poner muy nervioso, le dí la vuelta a la ecografía y me encontré una nota pegada a ella, escrita en letra Times New Roman, otra vez, mi bonito mundo volvía a tambalearse una vez más.

 

Pobre bebé que se criará sin padre, qué opinará la gente de una madre viuda... mejor aún, el hijo y la mujer de un bastardo como tú deben morir. Tu semilla será erradicada.

 

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Al leer aquella nota empecé a ponerme muy mal, corrí al cuarto de baño, no pude evitar vomitar de asco hacia el hijo de mala madre que ahora no sólo quería matarme a mí, sino a quienes yo más quería. Rebeca llegó al baño, al verme dijo "Eh, que en principio la que tiene náuseas soy yo..." al ver mi cara, dejó las bromas y vio que algo serio pasaba, pasé de decirle nada sobre la nueva amenaza, la rompí y la tiré a la basura. a partir de aquel día empecé a llevar una navaja en el bolsillo, que cada noche dejaba en un cajón de la mesilla y un bate de béisbol en el coche. Estaba dispuesto a matar a ese malnacido si me lo encontraba. No me importaría morir defendiendo a mi familia. Aquella noche intenté dormir, no lo conseguí, estaba en alerta, me pasé toda la noche abrazada a ella, velando su sueño, no permitiría que le pasase nada.

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Capítulo 12: Valor de ley

 

Últimamente estaba muy preocupado por mi esposa, aún se me hacía raro decir que lo era, aparte de las amenazas, los nervios de madre primeriza y el reflujo hormonal que había en su interior era una bomba de relojería. Estaba muy preocupado por ella, me pasaba todo el día a su lado, me desvivía por cuidarla. En ocasiones ella lo agradecía, en otras me decía "déjame hacer algo" y otras se enfadaba de tal manera que temblaban las paredes. Lo peor fue un día que se enfadó conmigo, ni siquiera recuerdo el motivo, pero salió llorando hacia la habitación, corrí detrás de ella y entré en el dormitorio, me la encontré tumbada en cama con la cabeza enterrada entre los almohadones, al preguntarle qué le pasaba, la respuesta fue un "vete, déjame sola". Sin embargo, aunque sus labios decían eso, sus ojos suplicaban un "quédate, por favor", me senté a su lado y estuvo hablando conmigo hasta tranquilizarse.

Empecé a arreglar una de las habitaciones, había sido utilizada hasta la fecha como cuarto de invitados. Saqué las cosas que había allí y la pinté de nuevo, en un tono blanco. Compramos una cuna, que para montarla me vi negro, aunque no era un manitas, el bricolaje no se me daba mal del todo, pero las instrucciones de montaje de aquella cuna eran difíciles de comprender. Una vez la tuve lista decidimos que hasta que no conociésemos el sexo del bebé no empezaríamos a hacernos con ropa ni más elementos decorativos. A mí, que fuese niño o niña me daba exactamente igual, sólo quería que mi hijo fuese un bebé fuerte y sano.

Lo más duro eran las noches, apenas podía dormir, me volvía a la cabeza el miedo de las amenazas, no permitiría que nadie le hiciese daño a ella. Me pasé muchas noches velando su sueño, mirando como dormía tranquilamente, no podía evitar abrazarla o enredar un mechón de su pelo entre mis dedos.

Me pasé mucas horas en el garaje, sobre todo cuando veía que el temporal de la bronca que ella podía echarme sin motivo aparente. El garaje era mi refugio. Un sábado a la mañana cogí el Shelby, fui a dar una vuelta con él. Era increíble su sonido, estaba realmente enamorado de él, impresionante. Acelerar hasta la zona roja mientras mi cuerpo se aplastaba contra el asiento de cuero, cambiar de marcha y otra vez. Aquel coche era muy muy especial. Transmitía emociones, sentimientos, no era un insulso trozo de metal, plástico y demás materiales como esos cacharros híbridos y eléctricos que querían imponernos con la excusa del ecologismo y el ahorro. El Shelby era placer de conducción en estado puro, los que me criticaban por tener aquel coche tan llamativo, ruidoso y consumidor recibieron siempre la misma respuesta por mi parte: "cuando conduzcas, mira a tu alrededor a ver cuanta gente se fija en tu coche. Cuando voy con mi GT500, todos miran para él y sonríen, sobre todo los niños, que se quedan extasiados a su paso. Al menos, les he alegrado el día y tendrán algo que contar a sus amigos en el patio del recreo". Era impresionante. A veces le era infiel a mi Shelby con el GT-R, era más discreto, también más rápido y manejable. Mientras en las curvas, al yankee había que tratarlo con suma delicadeza, el japonés admitía entrar a todo trapo, era también cautivador, pero carecía del atractivo sonido e imponente presencia del Rey de la Carretera.

Al volver del paseo y disfrute con el Shelby, lo metí en garaje. Al bajarme del coche oí un ruido, como de que algo se movía, me entraron los nervios, podría ser el desgraciado que me estaba amenazando, cogí el bate y me salí afuera a ver que pasaba, no había nadie, la calle estaba desierta, dí un par de vueltas alrededor de la casa y nada. Dentro del garaje reinaba el silencio. Guardé el bate y entré a casa. Ella estaba en el cuarto de baño, otra náusea, la ayudé a levantarse y la acompañé hasta el sofá del salón. El tiempo había pasado y ahora empezaba a lucir una barriguita de premamá. Siempre se comía la cabeza sobre su aspecto, antes le gustaba ir arreglada, pero ahora se había vuelto un poco neurótica, aunque lucía orgullosa su embarazo, se miraba mil veces al espejo y preguntaba si la ropa que llevaba puesta le quedaba bien.

- ¿te sigo pareciendo guapa?

- claro

- lo dices para quedar bien -refunfuñó-.

- No. es la verdad, desde que estás embarazada nunca te he visto sonreír tanto. Tienes algo especial en la mirada.

De pronto, el timbre de la puerta nos apartó de nuestra conversación, salí a abrir y ella vino detrás de mí. Era la hija de nuestros vecinos, Paula, una niña encantadora de cinco años. Su madre la acompañaba, Pilar, una mujer también muy amable. Por suerte la niña heredó el carácter de su madre, porque el padre era un auténtico imbécil, estirado y creído a más no poder.

- Venga Paula, dile a Juan lo que querías.

- Mi gatito se ha metido en tu garaje. La niña lo dijo con una voz seria y una cara de pena muy convincentes. Tenía unos ojos realmente expresivos.

- Muy bien, vamos a ver si lo vemos, ¿vale? -le ofrecí mi mano- ¿vienes conmigo?

- Sí. La niña me cogió la mano y fuimos hacia el garaje, detrás venían su madre y mi mujer hablando.

Al llegar al garaje encendí las luces, la niña empezó a llamar a su mascota.

- ¡Zarpas! ¡Zarpas! ¿dónde estás? no seas malo, ¡ven!

De pronto un maullido se oyó debajo del Shelby, supongo que el gato se metería allí para aprovechar el calor que desprendía el V8. Nos acercamos allí y vi los ojos brillantes de aquel gato gris. Paula se agachó y volvió a llamar al animal, que salió corriendo de debajo del coche y saltó a los brazos de la pequeña, que se quedó mirando para mí y me dijo "gracias". Se quedó mirando a Rebeca, puso al gato en el suelo y le dijo:

- ¿has comido mucho estos días?

- No, no estoy gorda, estoy embarazada, voy a ser mamá.

- ¿Ah sí?

- Sí, dentro de unos meses Juan y yo vamos a tener un niño o una niña, y ahora está guardadito en mi barriga.

- Ah, ¿cómo lo metiste ahí? ¿no tenías un sitio mejor para guardarlo?

Nos echamos a reir, ante la cara de duda de la niña, la verdad es que la inocencia de los niños es, a veces, cómica.

- ¿Le puedo decir hola?

- Claro, acercate a mi barriga y háblale, eso sí, en bajito, para no asustarlo.

La niña se acercó con mucho cuidado y abrazó Rebeca a la altura de la barriga, y muy bajito empezó a hablar, le dijo que se llamaba Paula, que quería conocerlo para ser amigos y si quería ser su amigo. La niña se quedo un poco enfadada porque el bebé no contestó nada.

Al verla a ella me entraba un instinto paternal, aunque también miedo, no sabía si estaba preparado para ser padre.

Rebeca le ofreció un trozo de chocolate a la niña, que soltó al gato y fue corriendo a la cocina. Su madre cogió al animal y salimos hacia la puerta, Paula llegó masticando un trozo de aquel dulce y se despidieron de nosotros. la sonrisa de aquella niña diciendo adiós con su mano me hizo sentir algo dentro de mí, estaba deseando que fuese mi propio hijo o hija fuese la que me hiciese ese gesto a mi, me tardaba poder jugar con el o ella.

aquel fin de semana fue muy tranquilo, y llegó el lunes, vuelta al trabajo. Aquel día sólo tenía que ir a trabajar por la mañana, saldría al mediodía.

Bajé hacia el párking de la empresa, oía gente dicutiendo acaloradamente, una voz de mujer, que a medida que me iba acercando se me hizo mas conocida, era Laura, la secretaria, discutía con un tío que no conocía de nada.

- ¡Déjame! voy a gritar...

- Grita todo lo que quieras hijaputa...

-¡Ayuda!

- Cállate pedazo de mierda. mientras la agarraba con fuerza golpeándola contra la pared.

Salí carriendo hacia allí, no tolero que un hombre le pegue o amenace a una mujer. Mi abuelo no iría mucho a la escuela, pero me enseño que siempre había que ayudar a quien estuviese en apuros, sobre todo si era una chica. siempre decía "a una chica no se le pega, si se deja le das un beso". Separé al imbécil aquel de ella, me quiso pegar, fui mas rápido y le pegué un puñetazo en la nariz, empezó a sangrar y se fue corriendo, gritó una frase que me estremeció: "ándate con ojo, el día que te tiré de la moto tuviste suerte de que no te pasase por encima". Era él, el tío que me estaba amenazando, intenté alcanzarlo, fue en vano, si lo hubiese cogido, lo hubiese matado allí mismo. me di la vuelta y corrí a atender a Laura, se había ido deslizando y acabó sentada en el suelo, con la cabeza entre sus rodillas, lloraba, estaba en un ataque de nervios. me acerqué, la ayudé a levantarse. Ví que aquel imbécil le había desgarrado la camisa, dejando ver su pecho recogido en un elegante sujetador de encaje. En otra circunstancia, aquella visión, como hombre, hubiese sido muy agradable para mí, pero ahora no lo era. Le ayudé a cerrarse la americana, ella seguía llorando, la visión de una mujer llorando siempre me destrozaba, era superior a mí. la abracé y ella lloró y lloró sobre mi hombro durante mucho rato. Al tranquilizarse le ofrecí subir a la máquina del café para que tomase algo y se tranquilizara. Ella estaba mucho más calmada, se negó a subir, quería irse a su casa, pero antes quiso contarme algo.

- Ese tío que me pegó, es mi ex. Un cerdo con mayúsculas. Me pegó durante semanas, lo denuncié y lo eché de casa, que era mía. aún encima en la empresa alguién me estaba acosando sexualmente. Lo denuncié, pero por un vacío legal, el juez se negaba a dictar sentencia porque estaba ausente el acusado, no quería dictarla en rebeldía. Como no tenía declarado domicilio, no podían notificarle nada, y es imposible que él comparezca voluntariamente ante el juzgado. Llevo un año y pico pleiteando por su culpa, esto acabará conmigo. Y lo del acoso, la empresa lo archivó, en Recursos Humanos no me creyeron. No puedo dormir, tengo miedo... Gracias por defenderme, ¿por qué lo has hecho?

- Hay una pequeña diferencia entre los hombres y los caballeros. Mi abuelo me educó para ser uno de los segundos, me dijo que hay que ayudar a quien lo necesite, sobre todo si es una mujer que está en apuros. Antes los hombres teníamos valores y principios, que está sociedad ha ido eliminando, porque como no producen dinero, no interesan.

Al escuchar su historia, no pude evitar sentir repugnancia hacia el sistema legal, ese sistema que me daba de comer a mí, y que había dado la espalda a una víctima inocente. Parece que solo hay justicia para mujeres que se aprovechan del sistema fingiendo que han sido maltratadas, aprovechándose de esa tragedia o para chorizos profesionales, que tras defraudar millones a los mandos de una gran empresa, salen inocentes, mientras que el pobre que robó una barra de pan para dar la merienda a sus hijos o el yonqui que le robó el bolso a una señora para comprar su dosis, van directamente a la cárcel. En aquel momento no pude sentirme más sucio.

Pero algo seguía dando vueltas en mi mente, quien era ese tío que intentó matarme. La historia de Laura podría ser una tragedia o un embuste magnificamente orquestado para lograr acabar conmigo. tenía que andar con pies de plomo, nadie parece ser quien realmente es, y a lo mejor, ella no era quien parecía ser. A lo mejor detrás de aquella carita angelical se encontraba una zorra fría y manipuladora que buscaba mi ruina y montaba aquella escena para ganarse mi confianza y después eliminarme a mi. Lo que me hizo desmontar parcialmente esa paranoia fue el hecho de que, estando ella mucho más tranquila, me preguntase por Rebeca, al decirle que estaba embarazada sonrió y me dió la enhorabuena, sólo ella y Alba conocían la noticia en la empresa, ambas por que se le conté yo. Aún así, no me fiaba de Laura, a lo mejor estaba actuando. Al día siguiente, pedí en Recursos Humanos los archivos sobre protestas de los trabajadores. había uno de mediados de 2012 muy interesante:

 

La empleada Laura Villar, número de plantilla 000456, secretaria de dirección ha acusado a (....) de acoso sexual reiterado. Se decide el archivo de esta queja, está infundada, es una imaginación de la enajenada mente de la señorita Villar

 

El nombre del acosador había sido tachado con tippex. me dirgí hacia el jefe de Recursos Humanos, le pedí la ficha médica de Laura con su evaluación psicológica. El jefe de Recursos Humanos era un auténtico estúpido, me dijo:

- No puedo darte eso, la Ley de Protección de datos me lo impide...

- La ley también te impide, y es delito, manipular la documentación oficial de la empresa tachando nombres de presuntos acosadores sexuales. De leyes, también controlo.

Se puso blanco y me dió la ficha en silencio, al leer la última evolución psicológica, mis paranoias desaparecieron, nada podía demostrar mejor la inocencia de Laura.

 

...La señorita Villar muestra un cuadro de estrés post-traumático evidente, ella ha confesado sufrir acoso sexual por parte de un compañero de trabajo. Ello ha desembocado en un estado de ansiedad que...

 

Era verdad, todo lo contado por ella era cierto. La llamé por teléfono, le dije que en un par de días solucionaría sus problemas. En ese momento, recordé una parte de mi pasado, una de la que no estoy precisamente orgulloso, alguien me debía un par de favores, y ahora era hora de saldar esas cuentas.

Volví a casa, comí y miré como mi esposa dormía la siesta mientras por la radio sonaba una balada muy bonita.

http://www.youtube.com/watch?v=c56vEgA4fjU

La miré, y recordé todos los momentos que pasamos juntos, llegó en una época difícil de mi vida, en aquel momento ella era la rosa roja que nacía entre las malas hierbas.

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